Las haciendas que tenían las mejores tierras de cultivo habían sido obtenidas por concesiones o privilegios y muy rara vez como resultado del trabajo desempeñado; pertenecían a los españoles y a los frailes. Ahí se cultivaba el maíz, el trigo, la cebada y los frijoles, entre otros granos. En la zona de tierra caliente se cultivaba el azúcar y el café. También estaban las haciendas de ganado mayor y lanar, que llegaban a tener hasta treinta mil cabezas, según afirma D. Lorenzo de Zavala.
Los grandes capitales se concentraban en unas cuantas manos; los propietarios de las minas, como La Valenciana, obtenían cuantiosas ganancias.
Estos españoles peninsulares eran propietarios de grandes extensiones de tierra así como de las minas, y practicaban un rico comercio con España.
De los mestizos, hijos de indígena y español, Jesús Romero Flores, en su libro Don Miguel Hidalgo y Costilla..., nos dice que:
…eran artesanos, comerciantes de efectos de la tierra o corrientes, empleados de última categoría, legos de los conventos, sacerdotes sin oficio ni beneficio, […] Estos mestizos formaron lo que con el tiempo se ha llamado nuestra clase media, pobre, con pretensiones, oprimida por los de arriba y desconocida por los de abajo.
Los indios y demás castas trabajaban como jornaleros en las haciendas, peones en la albañilería, mozos, cargadores, vendedores ambulantes, o barreteros en las minas. Muchos de ellos sufrieron la esclavitud.
Con la conquista española, los indios perdieron la mayoría de sus tierras, y las que les quedaron no estaban plenamente explotadas debido a la ausencia de técnicas e instrumentos adecuados para hacerlo, de tal manera que no obtenían grandes excedentes en sus cosechas. Por otra parte, la fabricación de productos artesanales estaba destinada únicamente al consumo local. Además, pesaba sobre ellos el tributo, y los fondos comunitarios eran saqueados por las autoridades al tomarlos como préstamos para satisfacer las necesidades del Rey.
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